CLASIFICACIÓN 2021 | El virus de la censura y la desinformación se propaga por ASIA y el PACÍFICO

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La pandemia de Covid-19 ha servido a los regímenes autoritarios de la región para perfeccionar sus maquinarias de control totalitario de la información. Las “democraturas” han utilizado la crisis de salud como pretexto para imponer una legislación particularmente liberticida, a través de dispositivos que combinan la propaganda y la represión de las voces disidentes. El comportamiento de las pocas democracias de la zona muestra, por su parte, que el libre ejercicio del periodismo es el mejor antídoto contra la desinformación.

Al igual que el coronavirus, que estalló en China (177º) antes de extenderse por el resto del mundo, el virus de la censura -ámbito en el que Pekín es el indiscutible especialista mundial (ver el recuadro de abajo)-, se propagó por la región como una gangrena y terminó por contagiar, poco a poco, a gran parte de los países de Asia y Oceanía. Primero, a Hong Kong (80º): el régimen chino puede ahora interferir directamente en la “región administrativa especial” semiautónoma gracias a la ley de seguridad nacional que Pekín impuso en junio de 2020 y que amenaza gravemente al ejercicio del periodismo.

Vietnam (175º) también ha fortalecido su control de los contenidos que circulan por las redes sociales, además de acometer una oleada de detenciones de destacados periodistas independientes antes del congreso quinquenal del gobernante Partido Comunista, celebrado el pasado enero. Entre los detenidos estaba Pham Doan Trang, ganadora del Premio de RSF al Impacto en 2019. En cuanto a Corea del Norte (179º, +1), país al que su vecino chino no tiene nada que enseñarle en materia de censura, conserva su lugar en las últimas posiciones de la Clasificación, teniendo en cuenta su control totalitario de la información y de la población. El simple hecho de consultar un medio extranjero puede costar una estancia en un campo de concentración.


CHINA (177º) | Entre las garras de la censura

Desde que asumió el liderazgo, en 2013, el presidente Xi Jinping ha elevado la censura, la vigilancia y la propaganda en línea a niveles sin precedentes. La Administración del Ciberespacio de China (CAC), un organismo supervisado personalmente por Xi, ha puesto en marcha una amplia gama de medidas destinadas a controlar la información a la que pueden acceder los 989 millones de internautas chinos. Apoyándose en el uso masivo de las nuevas tecnologías, además de un ejército de censores y trolls, el régimen tiene capacidad para controlar la circulación de información, para vigilar y censurar a los internautas, y para difundir en internet la propaganda del Estado. El régimen también está expandiendo su influencia más allá de sus fronteras con el fin de imponer su narrativa a las audiencias internacionales y de promover un equivocado concepto, según el cual, periodismo equivale a propaganda estatal. Por si fuera poco, Pekín ha aprovechado la crisis de la Covid-19 para endurecer aún más su control de la información en internet.



Países que bloquean el periodismo

Al menos otros diez países se han valido de la crisis para dificultar aún más la libre circulación de la información. Todos están clasificados en las zonas roja y negra del ranking, lo que indica que la situación de la libertad de prensa es grave o muy grave.

En la primavera de 2020, Tailandia (137º, +3), Filipinas (138 º, -2), Indonesia (113º, +6) o Camboya (144º) aprobaron decretos o leyes totalmente draconianos, que penalizan cualquier crítica de las acciones del gobierno y que prevén, en algunos casos, penas de varios años de prisión por, simplemente, publicar o difundir información que las autoridades consideran “falsa”.

Malasia (119º), que registra la mayor caída en la Clasificación (un retroceso de 18 posiciones), simboliza este afán de control absoluto de la información. Este preocupante declive está directamente relacionado con la llegada al poder de una nueva coalición en marzo de 2020, que aprobó un decreto denominado «anti-fake news» por el que se otorga al gobierno el poder de imponer su propia versión de la verdad. Un dispositivo que la vecina ciudad-estado de Singapur (160º, -2) ya utiliza desde hace dos años a través de una norma que permite al ejecutivo «corregir» cualquier información que considere falsa y llevar a juicio a los responsables.

En Birmania (140º, -1), también con el pretexto de luchar contra las “noticias falsas” durante una pandemia, el ejecutivo civil de Aung San Suu Kyi decidió, en abril de 2020, bloquear de forma repentina 221 webs, entre las que se contaban muchos portales de información relevantes. Pero el descenso del país en la Clasificación también se explica por los repetidos ataques del ejército a los periodistas que intentan cubrir los diversos conflictos étnicos del país. La situación de la libertad de prensa sufre un brusco deterioro desde el golpe militar del 1 de febrero. Al revivir las siniestras prácticas de la junta (cierres de medios, detenciones masivas de periodistas, instauración de la censura previa) que gobernó el país hasta febrero de 2011, Birmania ha retrocedido repentinamente diez años.

Pakistán (puesto 145º) es el otro país de la región en el que los periodistas deben trabajar bajo supervisión militar. Acoso judicial, intimidación, secuestros, tortura… Las viejas prácticas de Inter Services Intelligence (ISI), el todopoderoso servicio de inteligencia, se siguen utilizando ampliamente para silenciar a las voces críticas, tanto dentro del país como en el extranjero, donde se amenaza a muchos reporteros y blogueros exiliados para que se dobleguen. Si bien la gran mayoría de los medios de comunicación se muestran reacios a cruzar las líneas rojas decretadas por los militares, la maquinaria de censura paquistaní todavía trata de enderezar las redes sociales, el único espacio donde pueden hacerse oír algunas voces críticas.

Excusas y métodos para restringir la información

Antes que desarrollar nuevas leyes represivas para imponer la censura, varios países de la región se contentan con aplicar de forma estricta normas que ya eran muy duras. Leyes sobre «sedición», sobre «secretos de Estado», sobre «seguridad nacional»… Pretextos no faltan. En este caso, el método para restringir la información es doble: por un lado, el gobierno utiliza prácticas innovadoras, a menudo del ámbito del marketing, para imponer su propia narrativa dentro de los principales medios, cuyos gerentes forman parte de la misma élite que el ejecutivo. A la vez, líderes y activistas políticos libran una guerra despiadada, en múltiples frentes, contra los reporteros y los medios de comunicación que no siguen la línea oficial.

En India (142º), estos métodos se aplican con especial virtuosismo. Mientras los medios progubernamentales utilizan una forma de propaganda, los periodistas que se atreven a criticar al gobierno son sistemáticamente tachados de “contrarios al Estado”, “contrarios a la nación”, e incluso de “proterroristas” por quienes simpatizan con el partido en el poder, el Bharatiya Janata Party (BJP). Como consecuencia, son víctimas de campañas de odio extremas en redes sociales y llamamientos al asesinato, especialmente si son mujeres periodistas. Sobre el terreno, sufren agresiones de los militantes del BPJ, a menudo con la complicidad de la policía. Finalmente, en el ámbito penal, los reporteros también son objeto de acoso judicial.

Esta feroz represión del periodismo independiente se encuentra igualmente en Bangladesh (152º, -1), Sri Lanka (127º) y Nepal (106º, +6). El ascenso de este último se explica más por un efecto mecánico relacionado con el retroceso de otros países de la Clasificación que por una mejora real de la libertad de prensa. De forma menos violenta, este endurecimiento también está presente en Papúa Nueva Guinea (47º, -1), las Islas Fiyi (55º, -3) o el Reino de Tonga (46º, +4).

Las otras amenazas

En Australia (25º, +1), es Facebook el que ha inyectado el virus de la censura. Como respuesta a un proyecto del gobierno que obligaba a las plataformas a pagar a la prensa por los contenidos difundidos en las redes sociales, el gigante californiano ha decidido prohibir que los medios de información australianos publiquen o compartan contenido periodístico en sus páginas de Facebook. En India, la dimensión arbitraria de los algoritmos de Twitter también ha llevado a una censura brutal: bombardeada por denuncias generadas por ejércitos de trolls, la red social ha suspendido de manera tajante la cuenta de la revista The Kashmir Walla, sin posibilidad de recurso.

Otro virus también asola Afganistán (122º). Se trata de la intolerancia y la violencia extrema que atormentan a los periodistas, y, en particular, a las mujeres. Con no menos de seis periodistas y trabajadores de medios asesinados en 2020, y al menos cuatro más desde principios de año, Afganistán sigue siendo uno de los países más mortíferos para la profesión.

El antídoto contra la desinformación

En Japón (67º, -1), la llegada al poder de un nuevo primer ministro no ha cambiado el clima de desconfianza hacia los periodistas que mantiene la derecha nacionalista, ni ha acabado con la autocensura, todavía muy presente en los medios de comunicación.

Por su parte, las jóvenes democracias de la zona de Asia y el Pacífico -como Bután (65º, +2), Mongolia (68º, +5) o Timor Oriental (71º, +7)-, han resistido bastante bien la tentación de controlar por completo la información relacionada con la pandemia de coronavirus, gracias a una prensa que ha sabido afirmar su independencia de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.

Los modelos regionales de libertad de prensa -que son Nueva Zelanda (8º, +1), Australia, Corea del Sur (42º) y Taiwán (43º)-, aunque imperfectos, por lo general han dejado a los periodistas hacer su trabajo e informar a la gente sin que las autoridades quieran imponer su versión. Este comportamiento honesto demuestra que se puede evitar recurrir a la censura en tiempos de crisis y que el libre ejercicio del periodismo puede ser el mejor antídoto contra la desinformación.