Nery Jeremías Orellana, de 26 años de edad, dirigía la estación Radio Joconguera en Candelaria, en el departamento de Lempira (oeste), fronterizo con El Salvador. Con su asesinato, la mañana del 14 de julio de 2011, asciende a tres el número de periodistas hondureños asesinados desde el inicio del año. En el país han sido asesinados doce profesionales de los medios de comunicación en 18 meses, sin que ninguno de estos crímenes haya sido dilucidado.
“Director de una emisora comercial, pero abierta a los movimientos sociales, miembro de la Red alternativa de Radios Comunitarias, militante del Frente Amplio de Resistencia Popular (FARP), Nery Jeremías Orellana tenía el perfil del periodista expuesto al peligro. Aunque aún no se ha determinado el móvil del crimen, la pista profesional y política debe privilegiarse en la investigación, que deberá emprenderse rápidamente. ¿Cuándo se hará justicia? La reciente reintegración de Honduras a la Organización de Estados Americanos (OEA) no resuelve nada la situación generada tras el golpe de Estado del 28 de junio de 2009, ni los retos que representa: la restauración del Estado de Derecho y la instauración de un pluralismo real. La comunidad internacional no debe olvidar esta exigencias”, recuerda Reporteros sin Fronteras.
Según el Comité por la Libre Expresión (C-Libre), el 14 de julio, Nery Jeremías Orellana confirmó vía telefónica a Radio Progreso –medio del que también era corresponsal–, que participaría en una reunión de radios comunitarias prevista en la región el 15 de julio. Su llamada telefónica, efectuada durante la mañana, habría tenido lugar unos minutos antes de su asesinato a tiros, cuando viajaba en su motocicleta. El joven fue trasladado al hospital de Sensutepeque, en el vecino país de El Salvador; falleció a inicios de la tarde debido a los balazos que recibió en la cabeza.
Radio Joconguera denunciaba constantemente las violaciones de los derechos humanos cometidas contra las comunidades locales. La suerte que han corrido otras estaciones como Radio Faluma Bimetu o La Voz de Zacate Grande recuerda el peligro que implica hablar de conflictos sociales y agrarios en algunas zonas y en ciertas frecuencias.