AFGANISTÁN | Más de 140 periodistas detenidos, encarcelados o torturados durante los tres años de gobierno talibán
Desde el regreso de los talibanes al poder, escenificado con la toma de Kabul el 15 de agosto de 2021, al menos 141 periodistas han sido detenidos o encarcelados. Reporteros Sin Fronteras (RSF), que ha recabado testimonios de varios de ellos, condena esta espantosa represión, en el marco de un régimen que pretende suprimir cualquier crítica.
En los últimos tres años, la represión de los periodistas afganos no ha dejado de intensificarse. El régimen talibán ha puesto a los periodistas en el punto de mira de forma masiva, aumentando el número de detenciones y encarcelamientos preventivos, y metiendo entre rejas a los reporteros como delincuentes, bajo acusaciones falsas. Aunque ninguno de ellos sigue en prisión, al menos 141 periodistas han sido detenidos o encarcelados desde 2021.
Los colaboradores de los medios internacionales, en Afganistán o en el exilio, también se encuentran en el disparadero, acusados de denigrar a los talibanes y de ser espías extranjeros. Además, cinco periodistas han muerto en atentados perpetrados en el país por el Estado Islámico de Jorasán (IS-KP), filial de Daesh y rival de los talibanes.
«Cuando los talibanes recuperaron el poder en agosto de 2021, su portavoz Zabihullah Mujahid declaró a RSF: ‘Los periodistas […] no son criminales […]. No habrá ninguna amenaza contra ellos (…). Pronto podrán trabajar como antes». Al final, el régimen mostró una cara completamente diferente, la de la oscura y tiránica persecución de periodistas. Los talibanes siembran el terror multiplicando las detenciones y encarcelamientos. La censura es ahora casi total, y no se tolera que los medios critiquen al régimen. RSF condena esta represión y pide al jefe supremo de los talibanes, el mulá Haibatullah Akhundzada, que ponga fin a las repugnantes detenciones de profesionales de los medios de comunicación y restablezca el derecho a la información en el país.
Célia Mercier. Responsable del Área del Sur de Asia de RSF.
Según la información recabada por RSF, 141 periodistas han sido objeto de ataques en los últimos tres años: 94 de ellos han sido detenidos –cuatro de ellos en dos ocasiones– y 47 han sido encarcelados. La Dirección General de Inteligencia (DGI), bajo el control del Ministro del Interior, Sirajuddin Haqqani, y dirigida por Abdul Haq Wasiq, antiguo prisionero de la cárcel norteamericana de Guantánamo, está especialmente implicada en esta caza de periodistas.
«Pensábamos que nos iban a matar a todos, que nos torturaban por diversión».
RSF ha recogido testimonios de periodistas que han pasado por cárceles talibanes. Para Khalid Qaderi, periodista de 29 años de Radio Nowruz en Herat, al oeste del país, la pesadilla comenzó en marzo de 2022. Detenido, el joven fue recluido en el edificio local de la DGI, donde sus carceleros le infligieron torturas. «Me golpeaban con trozos de tubería. O me cubrían la cabeza con un trapo y me echaban agua en la cara para asfixiarme», explica a RSF. Tras las sesiones de tortura, los guardias lo arrojaron inconsciente a su celda. «Éramos seis en una celda diseñada para una persona. Estaba debajo de la sala de tortura y oíamos gritos, a veces un disparo y luego silencio. Pensábamos que nos iban a matar a todos, que nos torturaban sólo por diversión».
Tras negarse a comer, finalmente se obligó a ingerir los restos de comida sucia mezclada con restos de cabello que dejaban para los prisioneros. Con sus padres bajo vigilancia talibán, el joven fue forzado, según cuenta, a escribir un documento en el que declaraba que estaba a sueldo de Israel, Estados Unidos y los países occidentales para difundir su ideología en Afganistán, que estaba avergonzado y que no volvería a hacerlo.
En abril compareció ante un tribunal militar, sin abogado que lo defendiera. «Le expliqué al juez que bajo la República, desde hacía 20 años, estábamos acostumbrados a criticar al gobierno, era normal para nosotros. El juez me contestó que los periodistas eran los responsables de la mala imagen de los talibanes». Condenado a un año, fue encarcelado en la prisión de Herat. «Estaba en el bloque de los “presos políticos”. En su celda, la mitad de los cerca de sesenta detenidos eran reclutas de Daesh, mientras que la otra mitad eran profesores y miembros del Frente Nacional de Resistencia de Afganistán (NRF), opuesto a los talibanes, según el periodista. «Todas las noches organizábamos turnos de guardia para impedir que nos atacaran miembros de Daesh. Yo había escrito en Facebook que no era musulmán practicante, y los guardias lo sabían y me llamaban ‘infiel’. Los hombres de Daesh amenazaron con matarme».
Tras un altercado con un militante de Estado Islámico, los guardias le golpearon en las plantas de los pies. «No pude levantarme durante varias semanas. Me llevaban en brazos para obligarme a rezar», cuenta. Finalmente, fue liberado en enero de 2023. Más de un año y medio después de su salida de prisión, las cicatrices en el cuerpo de Khalid Qaderi siguen dando testimonio de los golpes recibidos. Tampoco ha desaparecido el trauma psicológico. «Algunas mañanas abro los ojos y durante unos instantes sigo pensando que me he despertado en esa prisión».
En la cárcel de la DGI de Shash-Darak: «En cada planta había un periodista»
Pocos días después de la liberación de Khalid Qaderi, el periodista franco-afgano Mortaza Behboudi, que ahora tiene 30 años, fue detenido en la capital afgana mientras informaba a las puertas de la Universidad de Kabul. Tras pasar once días en una comisaría de los servicios de inteligencia locales, este colaborador de varios medios franceses, entre ellos France Télévisions y Médiapart, fue trasladado al cuartel general de la DGI, en el centro de Kabul. En el tercer sótano del edificio, compartía con otros treinta detenidos una celda de 5 m2 sin ventanas, bañada constantemente por una luz cegadora. Por la noche, los prisioneros eran conducidos a la sala de torturas, esposados y con los ojos vendados. «No sabíamos de dónde venían los golpes. Me golpearon con culatas de fusil y cables, me infligieron descargas eléctricas, ahogamientos simulados … «También me arrancaron cinco dientes y a otros les cortaron los dedos».
Al cabo de un mes y medio, el periodista fue enviado a la cárcel de la DGI de Shash-Darak (D40), en Kabul. Le encerraron en una celda de 3 m2 con 12 presos, entre ellos miembros de Daesh. «Intentaron asfixiarme con una sábana mientras dormía», cuenta. «Había un periodista en cada planta», añade. Las barras de hierro en los huecos del muro del patio se utilizaban para suspender a los detenidos y golpearles las plantas de los pies. «Una noche, un compañero se ahorcó en nuestra celda. Ocurre a menudo en esta prisión. A finales de julio, Mortaza Behboudi fue trasladado a la prisión de Pul-e-Charkhi, destinada a presos comunes, y finalmente fue puesto en libertad en octubre de 2023.