CLASIFICACIÓN MUNDIAL 2018 | EUROPA DEL ESTE-ASIA CENTRAL: Declive histórico de la libertad de prensa en los países ex soviéticos y Turquía
CONTENIDOS | CLASIFICACIÓN 2018 DE RSF
- TABLA DE PAÍSES
- MAPA DE LA LIBERTAD DE PRENSA
- ANÁLISIS GENERAL: El odio al periodismo amenaza las democracias
- ANÁLISIS REGIONALES:
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- ÁFRICA: El periodismo sobre el terreno es muy peligroso
- AMÉRICA LATINA: A medias tintas
- AMÉRICA DEL NORTE: Estados Unidos cae, Canadá asciende
- ASIA Y PACÍFICO: Las democracias, amenazadas por el modelo chino de control de la información
- EUROPA: Periodistas asesinados también en el Viejo Continente
- EUROPA DEL ESTE-ASIA CENTRAL: Declive histórico en los paises ex soviéticos y Turquía
- ORIENTE MEDIO, desgarrado por los conflictos y los enfrentamientos políticos
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EUROPA DEL ESTE-ASIA CENTRAL: Declive histórico de la libertad de prensa en los países ex soviéticos y Turquía
Los Estados postsoviéticos y Turquía siguen formando parte de los países donde más se deteriora la libertad de prensa. Cerca de dos tercios de los países de esta zona se ubican en torno o bajo el lugar 150 de la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de Reporteros sin Fronteras (RSF); la mayoría de ellos continúa descendiendo. El índice de la región se acerca al de la zona de Oriente Medio/África del Norte, situada en la parte inferior de la Clasificación.
Las locomotoras regionales dan mal ejemplo
Desde hace más tres décadas la libertad de prensa retrocede de manera inédita en Rusia y Turquía. Una marcada tendencia que de nuevo exacerba la influencia regional de estos dos países. Turquía (157º), la mayor prisión del mundo para los profesionales de los medios de comunicación, pierde dos posiciones respecto al año anterior. Las autoridades de Turquía realizaron juicios masivos en 2017; decenas de periodistas que se encontraban en detención preventiva desde hacía más de un año empezaron a ser juzgados por, supuestamente, haber participado en el golpe de Estado registrado en julio de 2016. Las primeras sentencias fueron severas, las penas llegaron hasta la cadena perpetua. El estado de emergencia, en vigor desde hace cerca de dos años, ha permitido a las autoridades acabar con el pluralismo que quedaba, abriendo el camino para que el presidente Recep Tayyip Erdogan realizara una reforma constitucional que marca su control absoluto del país. El Estado de derecho no es más que un recuerdo, como lo confirma el incumplimiento de los fallos de la Corte Constitucional que, en enero de 2018, ordenaban poner inmediatamente en libertad a dos periodistas encarcelados.
El aparente estancamiento de Rusia (148º) –que se debe sobre todo a que la libertad de prensa se deterioró a escala mundial– esconde una agravación continua de su situación. Una tendencia que explica el descenso constante de su posición en los últimos años. Desde la caída de la URSS nunca hubo tantos periodistas y blogueros encarcelados en el país. Mientras que el paisaje mediático se encuentra ampliamente controlado por los oligarcas “leales” al Kremlin, la presión ejercida sobre los medios de comunicación independientes y los periodistas de investigación se incrementa. Frente al aumento de las manifestaciones y la cercanía de las elecciones presidenciales de 2018, el gobierno ha reforzado su control en Internet. Además de una mayor vigilancia de los servicios de mensajería instantánea, hay nuevas restricciones legislativas para los motores de búsqueda y las herramientas que permiten evadir la censura. El clima de impunidad propicia que se cometan nuevos ataques contra la prensa y vuelve aún más preocupantes las amenazas que reciben las redacciones independientes. En Chechenia y Crimea se ha eliminado a casi todas las voces críticas, lo que no ha impedido que el gobierno de Moscú se muestre como contramodelo en la escena internacional.
Los peores déspotas consiguen empeorar la situación aún más
Empujados por la paranoia o alentados por el cuestionamiento global de las normas democráticas, los peores déspotas de la región continúan su huida hacia adelante en cuestión de represión. Sus países ya se encontraban al final de la Clasificación; no obstante, estos jefes de Estado pueden jactarse de una hazaña: hicieron que la situación empeorara aún más este año. Con toda impunidad.
Turkmenistán (178º) ocupa el antepenúltimo lugar en la Clasificación; es difícil que caiga aún más, aunque su puntuación se ve afectada a medida que se multiplican los ataques contra los últimos periodistas independientes. Azerbaiyán (163º) y Kazajistán (158º) pierden un puesto cada uno. El régimen del presidente azerí Ilham Aliev, no contento con encontrar todos los días nuevos pretextos para enviar a los reporteros a prisión, bloqueó los principales portales informativos independientes e incrementó la presión sobre aquellos periodistas que intentan resistir en el exilio. Por su parte, Nursultán Nazarbáyev, su homólogo de Kazajistán, tras haber hecho callar a los últimos medios de comunicación críticos, puso un candado al periodismo de investigación con una ley promulgada a finales de 2017.
En Bielorrusia (155º, -2) se acabó la calma: ante el aumento de las manifestaciones de la oposición se desató una nueva ola de represión. Al menos 100 periodistas fueron interpelados en 2017 y más de 60 fueron condenados por haber colaborado con medios de comunicación localizados en el extranjero. Por otro lado, Tayikistán (149º) experimentó este año un estancamiento que no es motivo de júbilo: en 2016 el pluralismo había desaparecido del país, que había perdido más de 30 posiciones. Ahora, los medios de comunicación se limitan a cantar alabanzas al “Líder de la Nación”, Emomali Rakhmon.
El único ascenso remarcable de la zona es el de Uzbekistán (165º), que ganó cuatro lugares y más de seis puntos en la calificación. A finales de 2016 Shavkat Mirziyoyev fue nombrado presidente de uno de los países más cerrados del mundo y en 2017 comenzó a hacer cambios en el régimen ultra represivo heredado de su predecesor. Las autoridades pusieron en libertad a una parte de los periodistas encarcelados, entre ellos el que llevaba más años detenido, Muhammad Bekjanov –que pasó 18 años preso–. Una tendencia que se aceleró a inicios de 2018 (año que no cubre la presente edición de la Clasificación). Todavía queda mucho por hacer: los medios de comunicación siguen bajo un gran control, los principales portales informativos independientes siguen bloqueados y dos periodistas fueron detenidos en 2017; su suerte será una prueba para el régimen.
¿Ya no queda ningún refugio para los periodistas perseguidos?
Más arriba en la Clasificación, solo Georgia (61º, +3) y Ucrania (101º, +1) ascienden. Sin embargo, la influencia de los oligarcas en los grandes medios de comunicación sigue teniendo un gran peso en estos dos países. Aunque las agresiones a periodistas fueron menos numerosas este año en Ucrania, el país parece enraizarse en un lugar decepcionante si se consideran las promesas de la revolución de 2014. La impunidad en que permanecen los ataques a periodistas y los excesos del gobierno frente a la “guerra de la información” con Rusia siguen siendo retos cruciales.
El pluralismo de los medios de comunicación hace de Kirguistán (98º) una excepción en Asia Central. No obstante, el país desciende nueve lugares: existen serias preocupaciones por la libertad de prensa debido a las multas astronómicas impuestas por «ofensa al jefe de Estado” y las presiones que se ejercen en los medios de comunicación independientes. Armenia (80º) y Moldavia (81º) pierden un lugar; el primer país, debido a que crece la preocupación por el acceso a la información pública; el segundo, por los abusos gubernamentales cometidos en nombre de la “lucha contra la propaganda”.
Otro motivo de inquietud: la detención de periodistas extranjeros en el país donde se exiliaron es cada vez más común. El uzbeco Ali Ferouz pasó seis meses retenido en Rusia, luego fue expulsado a Alemania; otro periodista uzbeco, uno azerí y una bloguera kazaja fueron interpelados en Ucrania, finalmente los pusieron en libertad; el azerí Afgan Moukhtarly fue secuestrado en Georgia y llevado por la fuerza a su país. Es crucial que los gobiernos de Kiev y de Tbilissi no abandonen a los disidentes de la región. De lo contrario, estos no tendrán un lugar dónde refugiarse de la represión.
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