EGIPTO | Periodistas encarcelados, censurados y desacreditados bajo el régimen de Al-Sisi
Egipto celebra elecciones presidenciales del 26 al 28 de marzo. Con un resultado altamente predecible, Reporteros Sin Fronteras (RSF) detalla las razones de su profunda preocupación por el destino de la libertad de prensa en un país reducido al silencio por el presidente.
En el Egipto del mariscal de campo Abdel Fattah al-Sisi, es peligroso incluso hacer un reportaje sobre el encanto de los viejos tranvías de Alejandría. Dos periodistas fueron detenidos el 28 de febrero mientras hacían precisamente eso, los encarcelaron durante 15 días como sospechosos de terrorismo y por poseer «equipo fotográfico» que podría utilizarse para difundir «noticias falsas».
El incidente es sintomático de la fobia mediática que reina en Egipto desde que los militares retomaron el poder en 2013. La eclosión de la actividad de los medios en 2011 y 2012, tras la destitución del presidente Hosni Mubarak, está realmente finiquitada. Cuatro años después de que Al-Sisi fuera elegido presidente con el 96,9% de los votos, está a punto de ser reelegido para dirigir un país ahora amordazado y en el que los medios de comunicación son el nuevo enemigo.
El propio presidente Al-Sisi advirtió directamente a los periodistas el 1 de marzo de que difamar o insultar a la policía o al ejército sería considerado como un acto de «traición». El fiscal jefe de Egipto ordenó que se «escudriñasen» los medios y las redes sociales para «arrestar a aquellos que sirven a las fuerzas del mal mediante la difusión deliberada de noticias falsas que pueden socavar la seguridad y los intereses del Estado».
Hoy en día, los medios de comunicación que no demuestran explícitamente su lealtad al régimen son acusados de «conspiración». Incluso se pide al público que se ponga en contacto con las autoridades por teléfono, mensaje de texto o por WhatsApp si observan a algún medio o contenido digital que pueda dañar la imagen de Egipto. Desde la toma de posesión de Al-Sisi, y especialmente en momentos de tensión -como en 2013 y en la actualidad-, los periodistas de la oposición, los independientes, las personalidades mediáticas e incluso los reporteros freelance trabajando en la calle se ven expuestos a persecuciones judiciales arbitrarias, como chivos expiatorios de las autoridades, siendo denunciados a la policía por transeúntes que ahora sospechan de todos los periodistas.
«El nivel extremadamente alto de sospecha y hostilidad hacia los medios en Egipto ha tenido consecuencias dramáticas», señala Reporteros Sin Fronteras. «Cada vez más periodistas son encarcelados y acusados de terrorismo solo por tratar de recopilar información independiente. Las autoridades han silenciado a los medios egipcios y están desacreditando a los medios extranjeros. Reiteramos nuestro llamamiento a la liberación de los periodistas detenidos arbitrariamente y el fin de la intimidación a los medios de comunicación independientes».
Egipto, una enorme cárcel para periodistas
A finales de 2012, solo había un bloguero entre rejas; estaba acusado de blasfemia. Otro bloguero, el conocido activista Alaa Abdel Fattah, había pasado unos meses en prisión durante el año anterior.
Cinco años más tarde, Alaa está nuevamente en prisión, solo que su estancia ya es de tres años y le acompañan al menos 30 periodistas egipcios detenidos en relación con su trabajo de información. Las razones de sus arrestos han sido variadas. Algunos cubrían asuntos delicados, como el ejército, la policía o el terrorismo. Uno de ellos es Ismail Alexandrani, experto en el Sinaí y grupos extremistas, que ha estado detenido sin juicio durante más de dos años.
El periodista Moataz Wednan fue detenido el mes pasado por una entrevista a un aliado de un candidato presidencial. Otros han sido procesados por entrevistas sobre el coste de la vida, la creciente inflación o las dificultades financieras de las familias egipcias corrientes.
«Poner en peligro la seguridad nacional», «pertenencia a un grupo terrorista», «noticias falsas» e incluso intentos de asesinato se cuentan entre los otros cargos que se han utilizado para detener a periodistas sospechosos de trabajar para medios de comunicación que apoyan a los ahora prohibidos Hermanos Musulmanes. Docenas de periodistas han sido detenidos en los últimos seis meses en lo que parece ser una caza de brujas contra periodistas que trabajan para medios de la oposición.
Cuando el periodista Mahmoud Hussein llegó a El Cairo en diciembre de 2016 para pasar unos días con su familia, fue detenido simplemente porque trabaja para Al Jazeera, cadena prohibida en Egipto porque la financia el gobierno de Catar y por su proximidad con los Hermanos Musulmanes. Hussein lleva encarcelado desde entonces.
En mayo de 2016, un tribunal militar condenó a cadena perpetua a dos jóvenes periodistas ciudadanos, Omar Ibrahim Mohamed Ali y Soheib Saad. Habían trabajado para Al Jazeera. Antes del juicio, estuvieron recluidos en régimen de incomunicación durante un mes y, según los informes, fueron torturados; finalmente aparecieron en un vídeo del Ministerio de Defensa en el que, según éste, hicieron «confesiones terroristas».
Lo absurdo de los cargos presentados contra los periodistas a menudo se corresponde con la naturaleza desproporcionada de sus sentencias. Los fiscales acaban de solicitar la pena de muerte para Mahmoud Abou Zeid, un fotoperiodista más conocido como Shawkan y apadrinado por periodistas españoles en el marco de la campaña de apoyo a encarcelados de Reporteros Sin Fronteras España. Es uno de los cientos de acusados en un juicio masivo de personas que fueron detenidas cuando se dispersó una protesta en la plaza Rabaa al-Adawiya de El Cairo, en agosto de 2013. Las autoridades nunca han tenido en cuenta el hecho de que él solo estaba allí con el fin de hacer fotos para la agencia de fotografía británica Demotix.
Los medios gubernamentales y as redes sociales avivan la intimidación
La multiplicación de los procedimientos judiciales disuade de cubrir ciertos temas y avisa de que nadie está a salvo. Ni siquiera el potentado dueño del diario Al Masry Al Youm, que fue acusado de posesión ilegal de armas de fuego en 2015, en un momento en que el periódico criticaba los métodos policiales. Los medios extranjeros también son conscientes de que pueden ser atacados en cualquier momento por un régimen que ya no duda en llamar a boicotear incluso a una emisora internacional tan prestigiosa como la BBC.
Los usuarios progubernamentales de los medios y las redes sociales ayudan a amplificar el temor y el odio a los medios que se promueve desde el gobierno.
Khaled el Balshy, editor del diario digital Bedayah y defensor incansable de los periodistas, fue recientemente blanco de una campaña de difamación en los medios. El reportero de la BBC Wael Hussein fue víctima de una campaña de insultos en Facebook y ataques en Twitter que lo obligó a cerrar su cuenta. El periodista ciudadano Wael Abbas fue blanco de los trolls que forzaron el cierre de su cuenta de Twitter en noviembre, lo que resultó en la pérdida de una parte de sus diez años de cobertura de abusos policiales.
La censura está por todas partes
La censura se ha vuelto omnipresente en los últimos cinco años y toma muchas formas. Se siguen usando métodos tradicionales, como prohibiciones de impresión o distribución, llamadas telefónicas de funcionarios de inteligencia que solicitan la eliminación de un artículo, numerosas prohibiciones de que se difundan informaciones y hasta el cierre de medios de comunicación que se considera que apoyan a los Hermanos Musulmanes, como le ocurrió a Al Jazeera en 2013.
Pero la censura adquirió una nueva dimensión en la primavera de 2017, cuando, sin orden judicial ni explicación oficial, se bloqueó el acceso a docenas y luego a cientos de páginas web. Ahora hay cerca de 500 sitios inaccesibles, entre ellos los de RSF, Human Right Watch, los de respetadas ong locales como ANHRI, y las webs de periódicos egipcios de izquierda como Bedayah y MadaMasr, que no pueden ser acusados de simpatías islamistas.
Un sector mediático uniforme y obediente
La supresión de todas las noticias que podrían considerarse como potencialmente críticas amplifica aún más la versión oficial de las autoridades.
Mientras, los periodistas de los medios privados se dedican a autocensurarse para sobrevivir, para evitar tener que huir al extranjero o para evitar ser expulsados, como le ocurrió a Liliane Daoud, una periodista con doble nacionalidad británica y libanesa, en 2016. Como resultado, el paisaje mediático se compone ahora en su mayoría de medios estatales o de medios privados que han sido adquiridos por grupos empresariales vinculados a los servicios de inteligencia.
A lo largo de la campaña electoral, los medios autorizados no han hecho más que hablar del deber patriótico de votar para garantizar que el mariscal de campo Al-Sisi obtenga otro mandato como presidente, aunque el resultado de las elecciones se conozca de antemano.
Está claro que las coberturas de estos días en Egipto no irán mucho más allá. El país lleva mucho arrastrando una posición deficiente en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras, y, en los últimos cinco años, ha ocupado la posición 161 en la tabla de 180 países. Más, en el Informe Anual de la organización.