INFORME RSF #RespectPressCAT | 09/12 | Hacia la autocensura
Por resiliente que sea un periodista al acoso en las redes o a las presiones más o menos sutiles del poder y su entorno, Reporteros Sin Fronteras comprueba en todos los casos que denuncia en todo el mundo, que estas maniobras acaban teniendo impacto, surtiendo cierto efecto y, por tanto, cumpliendo el objetivo inicial de acallar una voz disidente, mediante una fórmula que nunca falla: la autocensura. La totalidad de los periodistas que ha participado en este informe confiesa autocensurarse de un modo u otro y varios reconocen haberse apartado del tema, desear hacerlo o, incluso, abandonar Cataluña.
“He dudado mucho antes de publicar este artículo. Últimamente me pasa que escribo con miedo, demasiado pendiente del qué dirán. La autocensura está ganando la batalla, y eso me horroriza”, escribía el conocido reportero Jordi Évole en una de sus recientes columnas de El Periódico de Catalunya, titulada “Difamen al equidistante”. A continuación, explicaba cómo un artículo previo sobre la politización de los atentados de Barcelona y Cambrils le había valido un comentario manipulado de un medio digital de línea editorial independentista (ElNacional.cat) y aplaudía la rectificación que supo hacer el director, a petición suya.
Pocos días después de publicar esta columna, Súmate, la entidad que agrupa a independentistas castellanoparlantes -de la que procede Gabriel Rufíán, diputado de ERC en el Congreso y de la que es portavoz el ex diputado de la CUP Antonio Baños- publicaba un desafortunado tuit, a modo de “se busca” con la cara de Évole y el siguiente texto: “Colaborador equidistante del Periódico, se le vio recientemente en Twitter”.
Ante la avalancha de críticas a Súmate, la entidad independentista retiró el tuit y se disculpó, aduciendo que no se había entendido su mensaje.
“Me autocensuro, sin duda. Me pienso diez veces más lo que escribiré en las redes sociales sobre partidos independentistas que sobre los que no lo son. En este sentido, han conseguido su objetivo. He moderado mi presencia en las redes, pero no las he dejado porque creo que es adictivo y porque supondría una pequeña derrota personal”, admite Cristian Segura, redactor de El País.
“Soy profesor de Universidad y miembro de una ONG de activismo social en el mundo de la comunicación. Suelo autocensurarme a menudo, porque no quiero que mi trabajo o mi asociación salgan perjudicados de este debate”, reconoce, también Siscu Baiges.
“Por salud mental y para no perder más tiempo del que ya he perdido con el tema, llevo unos días alejada de las redes, pero volveré, por supuesto”, afirma Beatriz Navarro, corresponsal de La Vanguardia en Bruselas.
“Ya casi no publico en Twitter información sobre el tema catalán, a menos que sean cosas muy relevantes, para evitar comentarios, correcciones e insultos gratuitos”, explica la corresponsal de France2 y colaboradora de medios españoles, Elise Gazengel.
“En Twitter, sí noto que me pienso dos veces si comento una noticia, o retuiteo algo. En mis reportajes intento no autocensurarme, pero me doy cuenta de que intento ser lo más concisa posible y, a veces, ya preparo mentalmente una posible defensa ante críticas del sector independentista”, admite Julia Macher.
“Irrita, pero va con el sueldo. Creo que las personas que defendemos la neutralidad en la Red y la libertad de expresión debemos tolerar hasta cierto punto -un punto muy alto- comportamientos de este tipo en las redes sociales”, asegura el periodista y escritor Guillem Martínez, quien cree que ese “punto muy alto” se sobrepasó con lo que la organización Súmate le hizo a Jordi Évole, un comentario que tilda de “ligero libertinaje fascista”.
“El sábado intenté olvidarme un poco de todo y me fui a la presentación del libro ‘Cada mesa un Vietnam. Sobre el oficio del periodismo’, con Enric González y Claudi Pérez. Les preguntaron que si les preocupaban las críticas que ahora se lanzan a saco desde las redes sociales. Y con sorna y tras un silencio, Enric contestó que no. Que no había que estar pendiente del fragor del estadio. Que los periodistas teníamos que hacer nuestro camino sin estar mirando a la grada. Pensé que igual estábamos sobredimensionando lo que se nos dice, aunque vayamos a linchamiento diario”, concluía Jordi Évole en una de sus últimas columnas en El Periódico.
“Minimizar el ‘ciberhooliganismo’ como periodista puede llevarnos a un fenómeno próximo a la alienación, que se da en otros escenarios de presiones y abusos. Si bien es cierto que, al menos de momento, hay que encajarlo como una realidad dispuesta a quedarse y hay que desarrollar herramientas para protegerse personalmente, nosotros trazamos dos líneas rojas que no deberían cruzarse nunca, ni ser normalizadas: la primera es que el acoso lo ejerza el poder y su entorno; y la segunda es la autocensura”, afirma Pauline Adès-Mevel, responsable del Área de UE y Balcanes de RSF.
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