El terrorismo como coartada

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06.05.2016 20:12

Mahmoud Abu Zeid, más conocido como Shawkan, es un joven fotorreportero egipcio encarcelado desde agosto de 2013. Fotografiaba una protesta violentamente reprimida por las fuerzas de seguridad del gobierno de Al Sisi, cuando le detuvieron. Le acusan de “ingreso en banda criminal, asesinato, crear terror y poner en peligro la vida de personas”. Shawkan es uno de los más de veinte periodistas encarcelados en Egipto. Le pueden condenar a cadena perpetua. Su vista judicial ha sido suspendida varias veces. Su familia está destrozada.

Egipto se ha convertido en una de las mayores cárceles del mundo para periodistas, y en uno de los países que, con la disculpa del terrorismo, ha restringido más el derecho a la libertad de información. Su nueva ley Antiterrorista condena a elevadísimas multas a los periodistas que no publiquen la versión oficial después de un atentado. La mayoría de los informadores está acusada de pertenecer a los Hermanos Musulmanes considerado un grupo terrorista.

Es sólo una muestra del fuerte retroceso en materia de libertad de información que venimos sufriendo en el mundo en los dos últimos años. 2015 estuvo marcado por el terrorismo islamista, que llegó a París de la mano de Al-Qaeda con la masacre de Charlie Hebdo. Al finalizar el año, ISIS, Al Nusra y Al-Qaeda mantenían secuestrados a 54 periodistas, entre ellos tres españoles, la mayoría en Siria e Irak. Pero ese terrorismo islamista no incide solo sobre los países en conflicto, porque al expandirse globalmente ha servido de coartada perfecta a muchos gobiernos para endurecer las leyes a favor de la libertad de prensa.

Francia, sin ir más lejos, ha sido uno de los países más afectados por esta dinámica general reflejada en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa que Reporteros Sin Fronteras acaba de publicar. Y no se puede alegar que Francia no sea un país democrático. La evolución global muestra un clima de miedo generalizado que se suma a la creciente influencia de Estados con ciertas ideologías y los intereses de las empresas privadas de comunicación, cuya propiedad está cada día más concentrada en menos manos.

El resultado es una especie de paranoia de numerosos dirigentes mundiales frente al ejercicio del periodismo. Se trata de que los periodistas incordien lo menos posible, es necesario silenciarlos porque son molestos para todos los poderes. Y en la disyuntiva seguridad-libertad, la libertad de prensa no sale bien parada.

Y no se trata de países totalitarios. Europa por ejemplo, que sigue en los primeros puestos de la Clasificación, ha sufrido una erosión importante: abusos en el contraespionaje, aprobación de leyes que autorizan la vigilancia a gran escala; aumento de conflicto de intereses, mayor control de las autoridades sobre los medios de comunicación públicos, y, en ocasiones, también sobre los privados. No se puede decir que la trayectoria sea precisamente positiva. Y si la democrática Europa encabeza lo positivo, podemos imaginar los terribles abusos, desde asesinatos a exilios, pasando por secuestros, encarcelamientos, censuras y presiones de todo tipo que sufre el periodismo y los periodistas que intentan ser independientes en el mundo.

Malén Aznárez

Presidenta de Reporteros Sin Fronteras España

[Publicado en el diario El País el 3 de mayo de 2016]