INFORME ANUAL 2018 | RSF y los beneficiarios del I Programa de Acogida reflexionan sobre la expansión del odio al periodista

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Al menos 80 periodistas fueron asesinados en 2018 y 348 fueron encarcelados. El abominable crimen contra Jamal Khashoggi marca un año en el que los actos violentos contra reporteros crecen de forma alarmante, también en la Unión Europea.

El periodista se ha transformado en “enemigo público”, no solo en los países que sufren conflictos, sino en unas democracias occidentales cada vez más hostiles a la libertad de información.

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“Esta es la casa de los periodistas. No solo de los periodistas de Madrid, ni de los de España, sino de todo el mundo”. Con esta calurosa bienvenida, la presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), Victoria Prego, ha abierto la presentación del Informe Anual RSF 2018 , que ha contado, como cada año, con la conductora del programa “Hoy por Hoy” de la Cadena Ser, Pepa Bueno, como maestra de ceremonias. Además, han participado como invitados y oradores la fotorreportera freelance Maysun, así como el periodista nicaragüense Eddy López y la corresponsal de RSF en Venezuela, Elsa Piña, ambos acogidos temporalmente en España por la organización, con el apoyo del Ayuntamiento de Madrid, en el seno del I Programa de Acogida Temporal de Periodistas Latinoamericanos.

“Cada año, Reporteros Sin Fronteras hace un trabajo capital e irrenunciable, no solo en pro de la libertad de información, sino de la posibilidad de informar, desplegando una panorámica estremecedora, que permite que los interlocutores del poder sean conscientes de la realidad”, añadió la presidenta de la APM, en su introducción a la presentación del informe.

“Nunca imaginé, cuando empecé a soñar con ser periodista, que algún día sería tachado de enemigo del pueblo”. Con esta frase prestada de Alfonso Armada, presidente de Reporteros Sin Fronteras España, Pepa Bueno quiso abrir su turno de palabra, en la que el odio al periodismo contra el que advierte RSF en su informe estuvo constantemente presente.

“Al periodista molesto y peligroso se le persigue, se le secuestra, se le encarcela y/o se le mata, pero sigue manteniendo su función de contrapeso del poder. Sin embargo, al periodista concebido como enemigo del pueblo se le puede hacer perder esta capacidad, mediante la descalificación y el descrédito. A ese salto cualitativo nos enfrentamos actualmente”, advirtió la conductora de “Hoy por Hoy”. “Hay solo un paso entre ser enemigo del pueblo y no ser necesario”, incidió. Pepa Bueno cree que los periodistas oscilan actualmente entre la ausencia de autocrítica y el fustigamiento permanente, de ahí que considere que ha llegado el momento de decir “basta” y “distinguir abiertamente qué es y qué no es periodismo”. La periodista quiso detenerse en la situación que viven las mujeres que informan, con quienes esta ola de desprestigio se ceba especialmente, “convirtiéndolas en permanente objetivo de acoso e intentos de amedrentamiento”.

Retomando sus “palabras prestadas” a Pepa Bueno sobre el periodista como enemigo del pueblo, Alfonso Armada confirmó en su intervención que el odio al periodismo se está transformando en un fenómeno tan generalizado, como alarmante. “Lo que pretenden Putin, Trump, y cada vez más dirigentes de la vieja Europa con pulsiones autoritarias es que haya verdades alternativas, verdades útiles a una visión política. Intoxicando, manipulando y tergiversando logran que aumente el peligro para los periodistas, pues cuando sus investigaciones dejan en evidencia esas verdades alternativas, los informadores son literalmente amordazados, eliminados y hasta asesinados”, señaló. Para resistir los embates de un poder que se ha empeñado en señalarlo, el periodismo debe aferrarse a los datos y a los hechos contrastados como baluarte y como escudo, en opinión de Armada.

El presidente de RSF España evocó el abominable asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi, asesinado y descuartizado en el consulado de su país en Estambul, como símbolo de un año especialmente mortífero para los periodistas, no solo en los países que sufren conflictos, sino -y esto se confirma como triste novedad- también dentro de las fronteras de la Unión Europea.

El periodista como enemigo: cifras y áreas geográficas

2018 ha sido testigo de un significativo incremento de los actos violentos contra profesionales de los medios de comunicación. Al menos 80 periodistas fueron asesinados en 2018, en claro aumento respecto a los cerca de 60 registrados en 2017, mientras que 348 fueron encarcelados, frente a los 326 del año anterior. Más de la mitad de los informadores en prisión se concentran en solo cinco países: Irán, Arabia Saudí, Egipto, Turquía y China, que se mantienen como las mayores cárceles de periodistas del mundo. Crece también el número de secuestrados, que pasa de los 54 de 2017 a los 60 del año pasado. La aplastante mayoría se encuentran cautivos en Oriente Medio (Siria, Irak y Yemen).

Afganistán es al país más mortífero del planeta, con 15 periodistas asesinados en 2018, seguido de Siria (con 11) y de México (con 9), que ostenta el triste honor de ser el país sin conflicto bélico más letal para el ejercicio del periodismo.

Con todo, Asia ha sido, una vez más, el continente con más asesinatos de periodistas. Países como China o Vietnam se mantienen como censores despiadados, mientras que la India y Bangladesh han destacado por un extremismo religioso virulento de sus poblaciones hacia los profesionales de los medios.

La intimidación y acoso a los profesionales locales ha sido también una constante en Oriente Medio, otra región tradicionalmente caracterizada por la férrea censura religiosa, así como por el elevado número de periodistas muertos en la cobertura del sinfín de conflictos que perduran en la región.

En África, continente de prolongadas guerras, auténticos “agujeros negros” informativos, como Eritrea, constituyen el abismo de un paisaje nefasto y extremadamente peligroso para el trabajo de los periodistas, cuyas vidas están más amenazadas que nunca.

Europa, aún conmocionada por el asesinato de la periodista maltesa Daphne Caruana, en 2017, ha hecho frente el año pasado a dos crímenes que confirman a los periodistas de investigación como objetivos de las mafias: el del eslovaco Ján Kuciak, muerto a tiros junto a su pareja, y el de la búlgara Viktoria Marinova, violada y estrangulada, cuyo cadáver fue abandonado en un parque. Mientras Hungría y Polonia siguen desdibujando la separación de poderes y diseñando leyes cada vez más represoras contra los medios, países occidentales como Francia o Italia asisten a preocupantes escenas de odio al reportero.

Como recordó Alfonso Armada, solo en las primeras semanas de 2019, dos periodistas italianos del semanario L’Espresso han sido agredidos, mientras cubrían un acto conmemorativo de la extrema derecha. Y ante las brutales palizas de los “chalecos amarillos” franceses a los informadores, el secretario general de RSF, Christophe Deloire, ha pedido a los dirigentes del movimiento que condenen los crecientes actos de violencia contra la prensa.

España tuvo el triste honor de inaugurar, ya en 2017, esta tendencia europea de “matar al mensajero” que informa a pie de calle. Aunque con menor frecuencia y crispación, también en 2018 Cataluña ha sido testigo de agresiones y hostigamientos a periodistas de medios de todas las líneas editoriales, por parte de ciudadanos independentistas y no independentistas. Desde RSF España, se han hecho reiterados llamamientos a que esta tensión cese y a que todos los medios colaboran en relajar una situación que pagan sus propios profesionales.

En Norteamérica, Donald Trump se consolidó el pasado año como uno de los grandes animadores del odio al periodista, cuya labor ha empañado explotando al máximo el término “fake news”, que se extiende como la pólvora entre todos los mandatarios “haters” del periodismo libre. El azote de la violencia se ha hecho sentir con especial crueldad en América Latina, no solo en México, sino también en países como Nicaragua, donde el poder libra una lucha sin cuartel para aniquilar al periodismo o en Venezuela, donde los informadores son víctimas de la inestabilidad extrema que afecta al país, desde hace años.

Nicaragua y Venezuela: el poder contra la prensa

De esta “caza al periodista” despiadada dio fe el reportero nicaragüense Eddy López, del diario La Prensa, para el que ha trabajado durante los últimos doce años, hasta que la ola de violencia desatada para aplacar las manifestaciones que comenzaron en abril de 2018 puso su vida en grave peligro. “No se puede ejercer el periodismo en Nicaragua. La libertad de prensa está siendo asesinada en mi país”, sentenció. López, acogido temporalmente en España por RSF con el apoyo del Ayuntamiento de Madrid, detalló todas las maniobras de saboteo y violencia desarrolladas por el Gobierno nicaragüense para silenciar a los medios. “Cinco camionetas con paramilitares prendieron fuego a la emisora de radio con la que colaboro y en la que se encontraban 10 compañeros, que salvaron milagrosamente su vida. A mí me han roto los cristales del coche, me ha vigilado constantemente la policía secreta, me han robado mi material de trabajo y dos personas armadas me advirtieron de que dejase de informar sobre lo que estaba pasando en mi país”, explicó. Eddy López vaticinó la extinción de medios escritos en su país, como el diario para el que trabaja, porque el régimen de Daniel Ortega retiene en aduanas maquinaria y papel necesarios para imprimir. También tuvo un recuerdo emocionado para sus compañeros encarcelados y renovó su compromiso con el periodismo libre: “no me van a callar”, aseguró.

Elsa Piña, periodista y corresponsal de RSF en Venezuela, también acogida temporalmente por Reporteros Sin Fronteras España, con el apoyo del Ayuntamiento de Madrid, señaló que muchas de estas técnicas de boicot y “caza al periodista” se están aplicando también en Venezuela. “Ya llevamos 20 años con el desarrollo de un guion, consistente en cercar sistemáticamente al periodismo para controlar el flujo de información”, señaló.  Según explicó, aproximadamente dos tercios de los diarios que circulaban hace cinco años en Venezuela han dejado de hacerlo, temporal o definitivamente, mientras que muchos de los que continúan funcionando han sido comprados por empresarios afines al oficialismo. “Pese a que agencias y algunos medios privados pueden trabajar, el Estado controla el acceso a Internet, la concesión de radiofrecuencias, la señal de televisión -frecuentemente interrumpida- y ordena detenciones, agresiones y deportaciones”, denunció Elsa Piña. La corresponsal de RSF en Venezuela apuntó a las redes sociales como la principal fuente de información libre en su país, gracias a las que el activismo ciudadano sortea la censura del poder.

La vulnerabilidad del freelance

También en el auge de las redes como medio de información y en su uso de doble filo quiso detenerse la prestigiosa fotorreportera hispanopalestina Maysun, quien imputó parte del descrédito que afecta al periodismo a la intoxicación que distintos estamentos de poder fomentan deliberadamente en Internet. “Hay un submundo digital que ha contribuido a fomentar esa desconfianza en el periodista y en la veracidad de la información, alimentado por gobiernos que buscan desacreditarnos y quitarnos cualquier peso”, aseguró.

La fotoperiodista quiso explicar la doble vulnerabilidad que afecta al periodista freelance, a la que RSF presta especial atención, explicando el desamparo en el que se encuentran todos esos informadores sin contrato, “a los que el medio no cobija ni proporciona seguridad física, económica ni legal”. En este sentido, quiso agradecer la labor de RSF con sus seguros para periodistas en zonas en conflicto y su sistema de préstamo de chalecos y cascos.

Como conjuro contra ese odio al periodismo libre e independiente que se ha hecho dolorosamente patente en 2018, el presidente de RSF España, Alfonso Armada, reivindicó la figura del reportero como “aguafiestas que se empeña en explicar que no hay soluciones sencillas a problemas complejos” y quiso cerrar el acto invocando a Anna Frank, que escribió en su Diario: “el papel es más paciente que los hombres”. “Nuestro papel, que ahora es electrónico, debe ser útil para poner fin a esa tendencia de convertir a los periodistas en enemigos del pueblo. Si arrojamos al niño de los hechos con el agua sucia de la propaganda, al final lo que peligra es todo el edificio democrático y toda el agua clara del conocimiento, que nos permite saber en qué mundo vivimos”, dijo, antes de concluir citando de nuevo a Anna Frank: “debo seguir estudiando para no ser ignorante, para ser periodista, porque eso es lo que quiero ser”.

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