Wikileaks, ¿una amenaza para quién?
Nadie había oído hablar de Wikileaks ni conocía a Julian Assange hasta hace unos meses. La difusión, el 5 de abril pasado, de un vídeo de la guerra de Irak fue la espoleta que desató el escándalo. Demoledor. Un helicóptero norteamericano “Apache”, ametralla a un reportero de la agencia Reuters y a su ayudante, matándolos junto a otras nueve personas que pasaban por allí y acudían a ayudarlos. Ocurrió en Bagdad, el 12 de julio de 2007.
Aunque no es la primera vez que llegan a conocimiento de la opinión pública, barbaridades parecidas cometidas por las tropas americanas en diversas guerras en donde han intervenido -¿quién no se acuerda de la matanza de My Lai en Vietnam?- sí es la primera en que se observan casi en vivo y en directo gracias al portal Wikileaks. A partir de este momento, su director Assange empieza a darle al ventilador y el mundo, mejor dicho, los gobernantes, los financieros, los poderes fácticos se echan a temblar. A principios de diciembre salta la bomba: las filtraciones de 240.000 cables del Departamento de Estado norteamericano, poniendo al descubierto una serie de conversaciones-contactos-confidencias no oficiales pero que comprometen la credibilidad de muchos diplomáticos y políticos mundiales de alto rango que pueden afectar a sus relaciones exteriores u operaciones en marcha. Y empieza el acoso, la persecución y la desacreditación de Assange y Wikileaks.
Las reacciones no se hacen esperar. Al margen de aparecer de inmediato una orden de extradición contra Assange por violación de dos chicas en Suecia, desde la misma prensa llueven críticas. ¿Es Wikileaks una “garganta profunda”? ¿Presta un servicio a la democracia? ¿Acaso en temas concernientes a España, por ejemplo, no se sabían muchas “acciones encubiertas”, como el uso de aeropuertos españoles por aviones americanos que transportaban prisioneros de Guantánamo?
Al mismo tiempo, en diversos países, se producen manifestaciones por parte de grupos de ciberactivistas a favor de Wikileaks y en contra de la censura en Internet. La publicación dosificada por parte de cinco prestigiosos periódicos internacionales, del que ya se conoce como el escándalo “cablegate”, ha catapultado sin duda a la fama mundial a Assange y Wikileaks aún cuando la actividad de este portal ya era conocida por sectores profesionales del mundo de la comunicación desde hacía meses.
Tanto deben preocupar en Estados Unidos, el país más afectado, las “filtraciones” de Wikileaks que se ha creado una fuerza especial llamada WTF (Wikileaks Task Force), sólo para estudiar su impacto mediático.
Por otra parte, una Comisión Federal de Comunicaciones estudia votar una ley que impida que los proveedores discrimen los contenidos en la Red en función de determinados intereses comerciales, financieros y/o políticos. La famosa neutralidad en la Net. (Neutralidad que, por cierto, Reporteros sin Fronteras reclama desde hace tiempo que declare el Parlamento Europeo). Es decir que el escándalo no deja indiferente a nadie.
Pero el meollo del asunto es: ¿A quién perjudican las filtraciones de Wikileaks? En realidad con la publicación de más de 400.000 cables, desde que el portal inició su andadura -entre ellos los 240.000 del Departamento de Estado norteamericano- se puede conocer mejor no sólo lo que ocurrió en Irak o en Afganistán, o las presiones para estrechar el cerco comercial contra la República de los ayatollahs, sino también temas delicados que quienes detentan el poder y tienen la responsabilidad de gobernarnos, ya sea a nivel nacional o mundial, cocinan en las altas esferas a nuestras espaldas, haciéndonos creer lo que mejor les convine en cada caso a tenor de sus intereses partidistas con las miras puestas en los votos que les puede dar o quitar el poder.
En este contexto, Reporteros sin Fronteras defiende “la libertad de circulación de la información en la Internet y el principio de protección de las fuentes, sin las cuales el periodismo de investigación no puede existir”. Las presiones y los intentos de cerrar Wikileaks es un claro atentado contra la protección de las fuentes periodísticas y por tanto contra el periodismo de investigación Y aún cuando éste se lleve a cabo en soporte digital, los documentos filtrados, son el resultado de una investigación destinada a hacer público aquello que se quiere ocultar, ya sean horrores de la guerra, ya sean oscuras complicidades entre los gobiernos mundiales.
Por encima de si fue legal o no la forma en como llegaron los documentos a manos de Wikileaks -de ello ya se encargan los tribunales- el contenido es, sin duda, de interés general y, a este nivel, priva el derecho de la sociedad a ser informada. Ningún ciudadano va a molestarse por ello. Por ejemplo, saber que no se respaldaron debidamente desde nuestro gobierno las actuaciones de los jueces en el caso Couso, no molesta. Al contrario, se agradece.
María Dolores Masana
Presidenta de Reporteros sin Fronteras