RSF denuncia la gestión calamitosa de las autoridades brasileñas en la desaparición de Dom Phillips y Bruno Pereira

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El miércoles 15 de junio, uno de los sospechosos detenidos por la policía confesó haber asesinado al periodista británico Dom Phillips y al indigenista Bruno Pereira y, acto seguido, haber incinerado sus cuerpos. Desde el anuncio de la desaparición de ambos, la acción del gobierno ha sido calamitosa y su comunicación, caótica.

El presidente Jair Bolsonaro afirmó el miércoles 15 de junio, en relación a Dom Phillips: “este inglés estaba mal visto en la región, porque hacía muchos reportajes contra los buscadores de oro, sobre el medio ambiente (…). En esta zona tan aislada, mucha gente no lo quería. Tendría que haber redoblado las precauciones”.

Estas declaraciones se producían el mismo día en el que, según las informaciones de la cadena BandNews, dos sospechosos detenidos por la policía -Oseney da Costa de Oliveira, más conocido como «Dos Santos» y su hermano  Amarildo da Costa de Oliveira, apodado «Pelado»-, ambos pescadores de la zona, habrían confesado haber asesinado, desmembrado, quemado y enterrado los cuerpos de los dos hombres. La policía acudió al lugar de los hechos para verificar estas informaciones y debería dar una conferencia de prensa en las próximas horas.

Desde el anuncio de su desaparición, el presidente Bolsonaro ha multiplicado sus apariciones y posicionamientos públicos, sin aportar ninguna respuesta o elementos constructivos sobre los avances de una investigación tardía y farragosa, y añadiendo más confusión a la ya reinante en torno a este caso.

El 13 de junio llegó a aseverar: “todo lleva a pensar que les han hecho daño, ya que se han encontrado vísceras humanas flotando sobre el río, que han sido llevadas a Brasilia para identificar el ADN”, una información nunca confirmada por la policía federal.

Ese mismo día, varios miembros de la familia de Dom Phillips afirmaban en TV Globo, la principal cadena informativa del país, que la embajada de Brasil en Londres les había comunicado que se habían localizado dos cuerpos, que se estaba procediendo a identificarlos y que se trataba de Dom Phillips y Bruno Pereira. Esa información fue desmentida por la policía federal. Al día siguiente, el martes 14 de junio, la familia de Dom Phillips lamentaba en un comunicado esta confusión, que no hacía sino “complicar una situación ya de por sí penosa”. La familia recibió las disculpas públicas del gobierno brasileño.

“Los esfuerzos desplegados por el gobierno para localizar a Dom y Bruno han sido extraordinariamente lentos y claramente insuficientes”, afirma Emmanuel Colombié, director de la Oficina de América Latina de Reporteros Sin Fronteras (RSF). “Los intentos del presidente Bolsonaro de estigmatizar a las víctimas son inaceptables y deben cesar. Por otra parte, tanto las acciones como la comunicación de las autoridades encargadas de la búsqueda son caóticas y desorganizadas, más de 10 días después de la desaparición. Las autoridades nacionales deben llevar a cabo una investigación diligente, imparcial e independiente sobre este asunto trágico”, añade.

El rastro de Dom Phillips y Bruno Pereira se perdió el domingo 5 de junio de 2022, en el extremo oeste del Estado de Amazonas, una región de acceso extremadamente difícil, próxima a la frontera peruana. Radicado en Brasil desde hace más de 15 años, Dom Phillips es un periodista independiente, colaborador de numerosos medios internacionales, como The Guardian, Financial Times, The Washington Post, The New York Times o The Intercept. Está especializado en temas medioambientales y la mayoría de sus últimos artículos publicados en The Guardian versaban sobre abusos ligados a la explotación ganadera, minera y de la soja, en las zonas forestales protegidas de Amazonía.

Dom Phillips acudió al valle del Yavarí para realizar varias entrevistas, en el marco de un libro que estaba preparando sobre estos temas. Debido a su trabajo en defensa de las comunidades indígenas de Brasil, Bruno Araújo Pereira es regularmente objeto de amenazas de muerte, que recibió hasta pocos días antes de su desaparición.

En esta región abandonada por los poderes públicos, conviven los traficantes de armas y de coca, los buscadores de oro, pescadores y cazadores furtivos, y explotaciones ilegales ganaderas y agrícolas. Veintisiete pueblos indígenas, de los cuales diecinueve tienen poco o nulo contacto con el mundo exterior, han encontrado refugio en la zona y viven bajo la amenaza permanente de estos grupos criminales.