¿Seguridad a cambio de libertades?
Europa se dispone a combatir la amenaza jihadista con medidas claramente atentatorias contra los valores fundamentales
Cuando se instala el miedo se pierde el norte. En cualquier situación. Pero el miedo es mal consejero y peor gestor. En situaciones de riesgo es cuando hay que conservar la mente más fría o corremos el riesgo de tomar el camino equivocado. Europa se ha sentido golpeada en “su corazón” con los gravísimos atentados de Paris que han costado la vida a 17 personas. No se puede repetir. Nos sorprendieron con las defensas bajas. No es el primer caso y, desgraciadamente, no será el último. Ya pasó con las Torres Gemelas de Nueva York, con los trenes de Madrid y con el Metro de Londres por no movernos de Occidente (ocurren atentados de esta índole en todo el mundo aunque no merezcan la misma atención mediática) y siempre se puso sobre la mesa la pregunta ¿Por qué no supimos prevenirlos? ¿Qué falló?
La respuesta es: no puede volver a suceder, vamos a poner todos los medios para evitarlo. El mensaje de siempre. Ya oído en anteriores ocasiones. ¿Pero qué hacen en tales situaciones los gobiernos afectados? ¿Trabajar en la desactivación del fanatismo islámico y sus causas? ¿Mejorar la eficiencia de los servicios de seguridad? No. La reacción también empieza a ser de manual. Con el miedo por espantajo echan mano de medidas restrictivas, que atentan directamente contra las libertades individuales y/o colectivas. Los “grandes” de la Unión Europea estudian medidas de aplicación inmediata para prevenir nuevos ataques como el sufrido por el semanario “Charlie Hebdo” que tanto nos ha conmocionado a todos. Francia, Alemania, Gran Bretaña, España y Bélgica preparan medidas de excepción que suponen un paso más en el recorte de libertades. Desde la potestad de acceder a las comunicaciones por Internet, hasta la retirada de carnets de identidad a sospechosos de jihadismo, o a controles adicionales en aeropuertos por encima del Tratado de Schengen. Hollande, Cameron, Merkel, Rajoy. .. mostrando criterios convergentes en este ámbito. Renzi es la excepción. El primer ministro de Italia afirmó en Estrasburgo: “La libertad es una condición previa a la seguridad. No habrá seguridad sin libertad en Europa”.
Sin embargo, nada nuevo. Ya se tomaron medidas excepcionales con anterioridad. Ocurrió tras el 11-S, con la Patriot Act que autoriza la vigilancia de los internautas y permite conservar el rastro de los mensajes electrónicos y de sus autores, en EE.UU. O con la LSQ (Loi de Sécurité Quotidienne) que facilita la obtención de información personal de los internautas por parte de la policía en Francia, o con la Anti Terrorism Crime and Security Act que fija en un año la obligación que tiene los “servidores” de conservar los datos de conexión a los que la policía puede acceder, en Gran Bretaña. Por no citar otras leyes similares aprobadas en los años siguientes en Alemania, Italia, España sin olvidarnos de las restrictivas normativas de la UE contenidas en el conocido como “paquete Telecom”. En realidad no se entiende por qué adoptar, en aras de la seguridad, nuevas medidas de control cuando ya se dispone de herramientas tan poderosas como las leyes antes citadas. Leyes que Reporteros sin Fronteras ha calificado siempre de “liberticidas” por la utilización que hacen de ellas los gobiernos, es decir no sólo uso sino abuso. No es ese el camino
El debate seguridad a cambio de libertad hace tiempo que planea sobre este mundo-norte, rico, desarrollado y supuestamente adalid de los valores democráticos, que ya no se siente a salvo de ataques terroristas como los recientes de París. Tanta vulnerabilidad, escuece. ¿El miedo a nuevas masacres va a conseguir que la sociedad acepte que se recorten aún más sus derechos individuales? Seguridad sin libertad o libertad sin seguridad. Un binomio de difícil encaje en democracias que en el siglo pasado libraron dos guerras mundiales, pagando un alto precio por ser más seguras y más libres. El riesgo cero no existe. O aprendemos a vivir en libertad con un cierto riesgo o corremos el peligro de pasar de ciudadanos con plenos derechos, a súbditos bajo el peso de leyes liberticidas.
María Dolores Masana Argüelles
Ex presidenta y miembro de Reporteros sin Fronteras
Vicepresidenta de la Comisión de Quejas de la FAPE