Túnez sigue silenciando a la prensa
Cuando el hoy huido presidente de Túnez, el golpista primer ministro que, en 1987, defenestró a Burguiba, ganó, en 1989, las primeras elecciones fraudulentas -como todas las celebradas hasta hoy en Túnez- con un 99,27 por ciento de los sufragios a favor y las posteriores de 1994, con un 99,91 por ciento, circulaba por Túnez un chiste muy ilustrativo de lo que han sido estos 23 años de poder omnímodo del tirano Zine El Abidine Ben Ali en el país de la antigua Cartago.
Un perro argelino y otro tunecino se cruzan en la frontera entre ambos países. El perro argelino, flaco, famélico, lleno de costras y cicatrices le pregunta al perro tunecino, llenito, lustroso, e indemne: “Pero ¿tú estás loco? ¿Te vas a Argelia? ¿No sabes que en mi país te vas a morir de hambre, te van a maltratar, te pueden incluso matar entre unos y otros?” Y el tunecino le contesta: “Lo sé pero al menos allí podré ladrar”. En aquellos años Argelia tenía una prensa plural y sin censuras, algo que el actual presidente Buteflika se ha encargado de “corregir” en gran medida.
La censura y la brutal represión sobre la prensa y los periodistas continúa en el país magrebí, todavía bajo las riendas de altos cargos, colaboradores y funcionarios afines al régimen corrupto de Ben Ali. La muerte del fotógrafo francés Lucas Mebrouk, en enero, a causa de un proyectil de gas lacrimógeno disparado deliberadamente por la policía, según informaciones directas de Reporteros sin Fronteras, requiere que se sepa la verdad sobre los crímenes y abusos cometidos durante los días de la llamada revolución del jazmín.
También sigue el arresto de periodistas y blogueros mientras la policía acorrala a los miembros locales del Sindicato de Periodistas tunecinos. Es decir que al margen de la huida del ex presidente y las tentativas por parte del actual presidente interino Mebaza y del primer ministro de un llamado “gobierno de coalición”, Ganuchi, de hacer ver que Túnez se encamina hacia una transición democrática, las agresiones contra la libertad de expresión siguen siendo las mismas.
Y es que los casi cinco lustros de gobierno de Ben Alí, además de esquilmar el país han significado la defenestración de todas las libertades públicas y privadas, la liquidación de cualquier tipo de oposición, la expulsión al principio de su mandato y el encarcelamiento más tarde de cuanto disidente se atreviera a abrir la boca. En definitiva, veintitrés años de “Silencio”, con mayúscula. De férrea censura. Y sin embargo se hablaba poco o nunca de ello como si Túnez fura un paraíso de bienestar dentro Magreb. Nunca se hablaba de la represión de las libertades en Túnez. Tuvo que inmolarse un hombre joven, desesperado, en Sidi Buazid, el pasado 17 de diciembre, para que salieran a la superficie tantos años de opresión, de vana espera, de frustración absoluta, en la primera revolución autóctona en un país árabe para sacar del poder a su dictador.
En 1988, reciente aún el golpe de estado del 17 de noviembre del año anterior que desbancó a Burguiba del poder, tuve la oportunidad de entrevistar, en la capital tunecina, al líder del partido islamista “En Nahda” (Renacimiento), Rachid Ganuchi, antes de que se exiliara en Londres. Ganuchi me dijo entonces. “En Túnez, ya sólo cabe el silencio”.
Tantas veces me he acordado de estas palabras cuando en posteriores citas allí estuve cubriendo las noticias para “La Vanguardia”. Ni un diario opositor, ni tan siquiera extranjero como “Le Monde”. Ni un magazin como “Jeune Àfrique”. Ni acceso libre a Internet. Nada. Toda la información, bajo control. En noviembre de 2005, el entonces secretario general y fundador de Reporteros sin Fronteras, Robert Ménard, fue directamente devuelto a París tras aterrizar en Túnez para asistir a la Cumbre mundial de la Sociedad de la Información que se iba a celebrar precisamente en la capital del país con menos libertad de expresión del Magreb.
El líder islamista”, en sus primeras declaraciones a “El País”, tras la “espantada” de Ben Alí, añade ahora: “Lo más difícil está aún por hacer”. Y es bien cierto. No sólo hay muchas responsabilidades que depurar, elementos camuflados del antiguo régimen, una oposición descompuesta y dispersa, una sociedad desinformada. Hay hartazgo, desesperanza, ira acumulada hasta el punto de llevar a los jóvenes a la autoinmolación.
Han liberado a varios presos políticos. Han abierto la puerta a algunos tunecinos exiliados. ¿Pero cuándo la vuelta del líder islamista? ¿Cuándo la legalización del Partido comunista? ¿Cuándo los defensores y activistas de los Derechos Humanos podrán expresarse en la calle sin miedo a la represión? Y lo más importante, ¿cuándo unos medios de comunicación plurales y libres para sacar a la luz, para denunciar, todo lo que durante tantos el ex presidente Ben Ali, el gran depredador de Internet y de todas las libertades en general, ha escondido a los tunecinos y hoy, sus actuales sucesores siguen escondiendo? Porque sin libertad de prensa no puede haber democracia.
Volviendo al chiste del principio. ¿Cuándo podrán ladrar los perros en Túnez?
María Dolores Masana
Presidenta de Reporteros sin Fronteras